domingo, 15 de agosto de 2010

Superar la ansiedad

La ansiedad afecta a casi todas las personas en distinto grado, si bien no siempre se manifiesta con síntomas físicos. Es una señal que alerta sobre un problema que no convendría ocultar bajo la alfombra.

La ansiedad es una emoción común que activa el organismo ante una situación de amenaza o peligro. Implica pensamientos, sensaciones corporales y conductas que aparecen de forma interrelacionada.
Síntomas como dificultad para respirar, taquicardia, sudoración o mareos van asociados a bloqueos y temores a la hora de afrontar determinadas situaciones. Esas señales de alarma pueden ser desmesuradas y no responder fielmente a la realidad. Pero es común que quien las experimenta tienda a evitar las actividades asociadas a ellas, así como a reducir su círculo de relaciones.
Si bien las manifestaciones físicas de la ansiedad son muy incómodas, tan prioritario o más que calmarlas es descifrar el mensaje que contienen. Estas informan de cuestiones pendientes, miedos e inseguridades. Será preciso por tanto realizar un ejercicio sincero de introspección a fin de descubrir los aspectos que alimentan ese trasfondo de nerviosismo e inquietud.

La actitud más inteligente
La solución más efectiva requiere por tanto encontrar y abordar la causa del problema, aunque eso no siempre es fácil. La ansiedad no siempre es «mala». Se trata de una emoción común, como el miedo, la ira o la tristeza, y cumple una función muy importante para superar las dificultades en la vida cotidiana. Es útil, pues, aprender a ver esas sensaciones como algo normal, como parte del ser humano, aceptando la posibilidad de que afloren en determinados momentos. Esta aceptación produce el efecto paradójico de que su impacto se reduce.

La crisis de ansiedad
En el ataque de pánico o crisis de ansiedad el organismo desencadena por error un sistema de alarma sin que exista un peligro real. Se caracteriza por la aparición súbita de algunos de estos síntomas: palpitaciones, ahogo o dificultad para respirar, sudoración, opresión en el pecho, sensación de atragantarse, mareo, náuseas, hormigueo, escalofríos, sensación de irrealidad... Las respuestas cesan en unos minutos, pero subsiste la continua preocupación de que en cualquier momento se vaya a presentar otro episodio.
En estos casos la fuerza de voluntad y el deseo de mejora no bastan, por lo que resulta necesario contar con el apoyo de un tratamiento personalizado. Es importante no dejar desatendido un problema de este tipo ya que se corre el riesgo de empeoramiento y posible cronificación.

Distinguir entre ansiedad y depresión
Ansiedad
  • Activación general del organismo. Conducta de alerta, tensión.
  • Nerviosismo por los asuntos pendientes o preocupaciones por diversos temas.
  • Sentimientos de culpa por el aplazamiento de la resolución de conflictos.
  • Inquietud ante el futuro.
  • La atención puede estar dispersa.
  • Predomina el miedo.

    Depresión
  • Ánimo bajo. Apatía, falta de interés. Disminución de la actividad física y social.
  • Conducta pasiva ante las situaciones y problemas diarios.
  • Pensamientos de infravaloración y derrotismo. Baja autoestima.
  • Tendencia a evocar el pasado.
  • Falta de atención y concentración.
  • Predominan la tristeza y la culpa.

  • -Cuerpomente

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