Inspiro, y el aire penetra mis fosas nasales y los poros de mi piel y entra en mi organismo interior, en los tejidos, en los órganos, los músculos voluntarios y los involuntarios, los canales y ríos de sangre y linfa, en cada célula, en los átomos de cada célula, en las partículas y ondas vibrando en el espacio de este cuerpo
vacío.
Inspiro y el aire/vacío de fuera penetra en el aire/vacío
de dentro, aparente.
Inspiro y siento que hay más que aire vacío en el espacio, más que oxígeno y carbono. Mucho más.
Hay partículas y ondas en vibración que mis ojos no ven.
Hay cuerpos que mis ojos no ven.
El cuerpo de la verdad de los seres sagrados que se niegan a seguir creando samsara.
Inspiro y el cuerpo de la verdad de los budas en el espacio vacío se mezcla inseparablemente con el espacio vacío de este cuerpo que percibo mío.
Inspiro y el espacio de luz que penetra mi espacio
ilumina mi espacio, inseparablemente uno con el cuerpo de la verdad de los budas.
Inspiro y la mente de la verdad de buda bendice mi mente, esa mente sagrada de buda que reside en algún lugar de lo que percibo como “yo”.
Inspiro y mi cuerpo se ilumina de espacio iluminado.
De luz fresca,
curativa.
Curativa, qué paz
en la salud y la armonía y la paz.
Inspiro más y más,
porque tengo un hambre y una sed
que no es de pan ni vino ni agua ni fruta fresca.
Inspiro para saciar mi hambre y mi sed de
¿oxígeno?
¿vida?
¿energía?
¿ser sagrado?
Inspiro y en cada bocanada de aire/espacio/vacío/buda
me acerco un poco más
al gran gozo
del abrazo
de Kinkara.
Como si en la vida nunca pudiera encontrar la experiencia última
(y muero porque no muero).
Espiro
y en cada espiración
dejo ir un poco de este “yo” con el que ya no me identifico.
En cada espiración un poco menos M.
y en cada inspiración
un poco más espacio sagrado y luz
iluminada.
El cuerpo de la verdad.
Mi cuerpo
realizado
al fin.
-Reflexiones de una estudiante budista
vacío.
Inspiro y el aire/vacío de fuera penetra en el aire/vacío
de dentro, aparente.
Inspiro y siento que hay más que aire vacío en el espacio, más que oxígeno y carbono. Mucho más.
Hay partículas y ondas en vibración que mis ojos no ven.
Hay cuerpos que mis ojos no ven.
El cuerpo de la verdad de los seres sagrados que se niegan a seguir creando samsara.
Inspiro y el cuerpo de la verdad de los budas en el espacio vacío se mezcla inseparablemente con el espacio vacío de este cuerpo que percibo mío.
Inspiro y el espacio de luz que penetra mi espacio
ilumina mi espacio, inseparablemente uno con el cuerpo de la verdad de los budas.
Inspiro y la mente de la verdad de buda bendice mi mente, esa mente sagrada de buda que reside en algún lugar de lo que percibo como “yo”.
Inspiro y mi cuerpo se ilumina de espacio iluminado.
De luz fresca,
curativa.
Curativa, qué paz
en la salud y la armonía y la paz.
Inspiro más y más,
porque tengo un hambre y una sed
que no es de pan ni vino ni agua ni fruta fresca.
Inspiro para saciar mi hambre y mi sed de
¿oxígeno?
¿vida?
¿energía?
¿ser sagrado?
Inspiro y en cada bocanada de aire/espacio/vacío/buda
me acerco un poco más
al gran gozo
del abrazo
de Kinkara.
Como si en la vida nunca pudiera encontrar la experiencia última
(y muero porque no muero).
Espiro
y en cada espiración
dejo ir un poco de este “yo” con el que ya no me identifico.
En cada espiración un poco menos M.
y en cada inspiración
un poco más espacio sagrado y luz
iluminada.
El cuerpo de la verdad.
Mi cuerpo
realizado
al fin.
-Reflexiones de una estudiante budista
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