Voy a contar la historia tal y como la recuerdo. Fue una niña que siempre creyó en caracolas mágicas, en la infinidad de los columpios y en una historia sobre hilos dorados que unían el Universo. Desde muy pequeña conoció el mar, nadaba y nadaba sintiéndose parte de él… a los 6 años encontró una caracola, su papá la sostenía en su oído y ella escuchaba como esa “cajita” tan pequeña podía contener todo el océano ¡esto es magia sin duda! se lo repetía una y otra vez. Si encontraba caracolas en la playa las devolvía al mar, pues creía que aún tenían secretos por contarse, pero antes de regresarlas las volvía a escuchar con atención, tratando de descifrar más allá del sonido y antes de arrojarlas siempre contaba los espirales y tras tantos años de ir al mar nunca vio una caracola con el mismo número de espirales, para ella esto significaba algo. Al poco tiempo, cuando cumplió los 8 años llegó a su vida (entre sueños y realidades) una historia que le encantaba. Podía ver hilos dorados que la rodeaban, y que si caminaba más encontraba muchos más. Miraba al infinito y ahí estaban también, se conectaban con el todo (no buscaba comprender nada, solo los observaba y se maravillaba por ser parte de los hilos dorados). “Si yo estoy aquí sentada pero a la vez conectada a este hilo, puedo estar en mil partes a la vez, y alguien que los vea puede hacer lo mismo que yo, y estar aquí y allá al mismo tiempo.” Aquí y allá al mismo tiempo… justo como las caracolas, podían estar a cientos de kilómetros lejos del océano y aun así podían contenerlo. Lo escribió en sus sueños y años más tarde formo parte de sus primeros fragmentos plasmados. Al cumplir 10 años se encontraba en un parque cercano a su casa en donde había unos grandes columpios y le encantaba pasearse ahí, cuando el columpio estaba en la parte más elevada abría aún más sus grandes ojos para poder ver ese punto, el horizonte. Y soñaba que en algún momento ella sería una gran viajera, que descubriría lugares maravillosos en los que sus caracolas, hilos y columpios tuvieran sentido… 4 años más tarde la encerraron por una fuerte depresión en un centro de ayuda y ella comenzó a escribir, recordó la primera vez que vio una tortuga marina, un delfín y una caracola, sonreía a escondidas pues no comprendía las formas ni el dolor de este mundo, como si todo esto le fuera ajeno, tras los años perdió su sonrisa, pues por fin el mundo que no concebía la materializó, pasaron muchos años casi 15 y una tarde ella se encontraba sentada nuevamente en la playa frente al mar. Ya no veía pasar su vida, ya no esperaba su futuro, no había ilusiones ni apegos, dejo de sentir las formas y le sonrió al sol. Los hilos dorados volvieron a aparecer y con más intensidad que antes, las espirales de las caracolas le confesaron el secreto del infinito (amor, vida-muerte, sabiduría, compasión, alegría, paz interior, mente…) el horizonte más claro que nunca, uniendo cielo y mar, tierra y agua, Universo y ella. En esos 15 años no se abandonó, pues ahora lo cuenta así: “todo ese tiempo tuve destellos luminosos, los veía era feliz pero no quería ser responsable, tenía miedo al horizonte, a los hilos, a la espiral. Tenía miedo porque en mi latía algo más grande que mi corazón y yo simplemente no me quería hacer cargo”. Y esa es la historia, de la niña que fue y es mariposa, que transforma y crea, que ama, sueña y vive. Respira y medita, pero sobre todo se mantiene despierta. Seguramente te contará como brillan los hilos junto al espiral infinito, mientras contemplas sus ojos para perderte en el horizonte llegarás a formar parte del todo-cosmos-creación-SER-UNIVERSO!!!
3 comentarios:
Precioso cuento Cosma!
Somos ESO, nada mas...
Gracias por contarlo...
Muy bueno, encantador.
gracias gorka recordando y plasmando un cuentito de mi vida y un placer compartirlo con ustedes. Gracias José.
Abrazos y besos cósmicos a los 2!
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